Soy un extraño peluche de felpa, mi ojo izquierdo está a punto de descoserse y mi relleno ya no es el de antes, pero a veces llamo la atención, me gusta ser abrazado, aunque mi aspecto dicte lo contrario, la condición de mi ojo sugiere que soy un oso huraño y malhumorado, pero trato de ser feliz y hacer feliz a quienes están a mi lado, pero claro, soy un oso, y por esa razón no debo olvidar que soy un animal salvaje y nunca podrás entender mis reacciones, ya que no soy un animal doméstico... aunque solamente sea de felpa...
Cuando María me vio por primera vez, sentí que debía ser para ella, sabía que sus manitos tersas, pero fuertes, me sujetarían cuando camine con ella por la calle, y que en las noches, velaría sus sueños como un valiente soldado de juguete. Cuando jugábamos en las tardes, siempre fijaba mi atención en sus profundos ojos color de tierra, penetrantes, pero dulces. No podía imaginar las tardes de té sin su presencia, y cuando ella no estaba junto a mi, solo podía soñar en todas las aventuras que viviríamos antes de la cena y del baño de la noche.
Un día, las cosas cambiaron. Es una sensación de intranquilidad ver que ella llegó con un juguete nuevo, era una especie de muñeco, pequeño, de mal carácter. No podía ni quería opinar acerca de su llegada, siempre sucede que mis malos presentimientos acerca de otros juguetes se cumplen, y aunque María es la niña más linda con la que he compartido mis días de peluche, he tenido otras niñas con las cuales jugar antes...
Con el paso de los días, esta figurita empezaba a mostrarse más interesante. Tenía unos botones de colores, cuando los aplastabas, emitía sonidos agudos, gritos, a veces sonaban com disparos, no lo se... los muñecos no vamos a la guerra. A veces me caía de la cama, para llamar su atención, pero no resultaba. María tenía un juguete nuevo y yo simplemente era un adorno más en su recámara.
Despúes de un par de semanas, María decidió dejar de lado a su nueva figura de acción, ella me decía que a pesar de todo, siempre es bueno abrazar a su peluche. Yo solo le creía. Para mí, todas las angustias y las ganas de jugar risk, de adivinar sus pensamientos, de acompañarla en sus noches de soledad y ser una pareja incompletamente perfecta, era todo lo que yo necesitaba... no necesito nada mas! para eso fui creado no?, en fin, a veces tenía el temor de ser olvidado de nuevo, de perderme en el cesto de la ropa sucia, o que la mascota de la familia me atrape en sus fauces y me lleve por toda la casa... En fin, no siempre se tiene sol ni todas las mañanas pueden ser heladas, a pesar de llevar la armonía con todos los juguetes de la habitación, sentía con mi corazón de algodón que algunos querían tener mi lugar, otros me odiaban porque nuca pudieron ser lo que yo soy con ella y otros simplemente me ignoran. Un ratón de ule, viejo, sucio y malgastado, siempre observaba desde un mueble aéreo que estaba encima de su velador, María empezó a sentir que su ratón de ule necesitaba atención, a mi no me gustaba mucho la idea porque no confío en los ratones, cuando le conté que se ratón me parecía eso mismo, una sucia rata, María se enojó tanto conmigo que quiso dejarme en el comedor... y así lo hizo, mientras debía pensar que su ratón de ule fue su juguete favorito en una época, pero es muy complicado abrazar a un juguete de ese tipo de material.
Nosotros los peluches de felpa necesitamos dar amor, porque esa es nuestra función; necesitamos acompañar a nuestros dueños, ser cómplices de sus travesuras y confidentes de sus secretos, pero también podemos hacer daño. Un día María no quería levantarse de su cama, se sentía muy mal. Estaba con mucha temperatura y hasta le sangraba la nariz; su tos era muy fuerte y seca, y a veces hasta se ahogaba... cuando el médico llegó, le dijo a sus padres, después de revisarla, que el peluche que acompaña a la pequeña estaba lleno de polvo y ácaros, y que el cuadro clínico que estaba sufriendo en ese momento mejoraría cuando me aleje de ella. Esperaba que un viento huracanado me lleve lejos, me dolía en el fondo de mi alma de algodón saber que estaba haciendo daño a la niña más linda que algún oso quisiera tener, pero la sentencia estaba marcada... Me llevaron al ático: frío, tétrico, donde la vacuidad y el recuerdo se amalgaman de escalofriante manera y se perfeccionan en el olvido. A veces quisiera tener un helicóptero a control remoto y volar hacia su ventana, el sencillo acto de verla dormir tranquila y descansar es suficiente para que sea feliz, ya no me importa si duerme junto a las barbies que tanto me criticaban, al ratón que tanta desconfianza me producía o al juguete extraño que tanto ruido producía... pero estoy en una caja, con unos cuantos legos, dos muñecas sin cabeza y un bonito teléfono multicolor que quisiera que funcione para hablar con ella y saber que siente.
María subió ayer al ático. Mi corazón de algodón latía tan fuerte que pensé que mientras dormía, un duende había puesto baterías a mi interior; ella pasó frente a mi, ni siquiera regresó a ver, seguramente le dijeron que por mi culpa se enfermó, o que un sucio animal de plástico me ha ofrecido desarmar rompecabezas. ¡Oh Dios! libérame de este pesar! no se que sucede, la veo pasar y no me mira, la escucho cantar y no me habla, estoy solo y necesito estar a tu lado como siempre! porque no lo comprendes?...
Las puertas viejas sin usar hacen un sonido que me deja sin aliento... se ha ido. Ya no me recuerda, creo que talvez, solamente talvez, ella me odie. También creo que me ama tanto que quiere olvidarse de este viejo peluche y seguir adelante con otros juguetes... a final de cuentas, para eso estamos, somos reemplazables, reusables; perdemos valor y vigencia ante la presencia de otro más nuevo y mejor... No existe mejor experiencia que abrir un regalo sorpresa, quitar las envolturas y destruir la caja donde esta nuestro nuevo compañero juguete.
Soy un extraño peluche de felpa, tenía una niña que se llamaba María, ya no quiere jugar conmigo. Creo que ha crecido y ya no le interesa mantaner ni el recuerdo de lo que alguna vez, fue nuestra vida juntos. Vivo en un frío y obscuro ático con otros juguetes viejos. Nos alimentamos del olvido. A veces pienso que sería mejor que nos regalen y alguna niña llene de amor y cariño infinito nuestra vida de hilos y tejido, para poder volver a sentir que nuestro corazón de algodón vuelva a latir. Pero no les voy a mentir, sigo mirando a la puerta, esperando que mi niña venga a rescatarme...