Son las cenizas del dolor que vuelan en la madrugada bailando en el viento frío lo que mas entorpece mi visión. Las llagas martirizan mis sentidos, disperso, distante, disfraz. Todo es tan oscuro, tan complicado, las salidas se consumen, es una llama tan parecida a la que, viva, fuerte, mortal, combustiona en mi cada vez que te veo. Este fuego es diferente. El humo ha llenado la habitación más segura de esta arruinada casona donde me escondo para no mostrar mis inseguridades... el fuego de prometeo, el que se nos ha consagrado, ahora nos ha consumado. Siento que los pulmones se llenan de humo cada vez que te recuerdo, para ahí, simulando que yo soy menos que una ficción, menos que un mal recuerdo. Mis párpados se incineran cuando en mi retina se dibuja tu silueta caminando hacia la puerta para no volver, los huesos se carbonizan porque saben que han perdido la oportunidad de refrescarse en el sublime juego de acariciarse y fusionarse con tu piel, el crepitar del fuego penetra mis oídos para desplazar las palabras que jugaban lamiendo despacio mi lóbulo, estancándose en lo más profundo de mis deseos.
Fuego griego, no se dispersa, se propaga. Sabes como mantener una llama, pero ¿sabes apagar esta catástrofe?
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