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martes, 19 de enero de 2010


Era tan soñador que tenía una colección de baquetas sin tener una batería en casa, caminábamos por las calles como si fuéramos los dueños del mundo, las tardes eran para planear las presentaciones, lascar los pantalones y romper los botones de las camisas porque las barreras, por más mínimas que parecieran, eran detestadas. En las mañanas subía el volumen y tocaba la batería como si de eso dependiera mi existencia, quería romper los parches de la cotidianidad, afinar la disonante pasividad de una casa que olía a normalidad, era inaceptable tener reglas, límites, fuimos los hijos bastardos de una industria cultural que renegaba de ser industria. Me gustaba ver al espejo y mirar al olvidado transgresor intransigente que tenia una camiseta negra con el nombre de su necedad serigrafiada; soñaba con noches sin amanecer y estridencias eternas. Los fines de semana apostaban a las ilusiones, inquietantemente iniciamos nuestra empresa musical, escribíamos sin parar y dibujábamos lo que el corazón vomitaba... le buscábamos mil nombres a una agrupación que se llenaba de bajistas, guitarristas, cantantes, bateristas... todos éramos amigos, nadie se hacía daño y todos se cuidaban como hermanos de sangre. Yo recuerdo haber suspirado en el bus de regreso al colegio cuando esuché que Kurt Cobain murió, y escuche "Smells like teen spirit" hasta que mi cassette fuera devorado por la vieja grabadora de mi hermana, recuerdo golpear la pared de mi habitación cuando miré la muerte de Lane Stanley pero nada causó mayor dolor en mis entrañas que las palabras de mi madre una tarde de vacaciones. Fuimos a vivistar a unos parientes, quienes habían cedido al pedido de su nieto, quien había pataleado por una batería. Mientras me recriminaba a mis adentros cómo es posible que un cretino pueda conseguir todo lo que quiere con un lloriqueo, mi madre contaba, a modo de anécdota, cómo se opuso firmemente a que mi padre y hermano compren una batería para mi, porque pensaba que iba a sucumbir a los vicios y terminaría siendo un don nadie.
Hay días que amanecen con tanta urgencia que simplemente no quieren ser vividos y pasan "volando"... y los sueños, las pesadillas y el calor de una taza de café huyen del viento, así transurrieron mil centurias, ya no grito de dolor, ahora lo ahogo en medio del cinismo de la cotidianidad, bebo whisky en bares y no tomo en las esquinas porque lo consideo "peligroso" (o ese es el sentimiento que la gente necesita sentir), me pregunto todas las mañanas como hacer feliz a la gente y sigo intentando, con menos pasión y más técnica, frenar tanto sueños que quedan desangrados en el camino...
Ahora puedo diferir una batería a 12 meses sin intereses a pesar que mi familia no comprende como puedo ser tan imbécil y yo no entiendo como pude pasar mas de 15 años sin una...

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