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lunes, 11 de mayo de 2009

mi primer apunte del cotidiano


... De pronto siento la extraña y sucia necesidad de escribir. No lo hago por ella ni por los ataques de ideas que de pronto sucumben mi cabeza, tampoco lo hago por moda, al final, no escribo bien, no soy una buena persona, soy un poco austero en mis expresiones e incluso, he llegado a perder mucho por limitar mi comunicación, pero bueno, nuevo día, nueva vida. Si para ocuparme debo empezar a cambiar -o agregar- actividades a mi diario vivir, pues será interesante gritarle al mundo lo que a veces desborda el claro inconsciente.
En este punto tengo todo y no tengo nada al mismo tiempo, decidí darle una cuarentena al corazón, para que aleje de los peligros de la influenza y de los males del amor. Estoy tratando de comprender si debo hacer un pequeño camino vecinal hacia un punto fijo, una guardarraya al medio de la incertidumbre o una mega carreterra al vacío; sigo viendo cómo pasan los días y las semanas y se me corren como la arena entre los dedos, como si fuera tan simple dejar de lado las deudas y los ataques de nostalgia y la familia y los amigos. Hoy miraba en el diario que tan oportunamente como el vendedor de biblias que toca la puerta mientras vas a entrar al baño, aparecía entre líneas un mensaje esperanzador, el de una mujer de mediana edad que decía: "yo no soy feliz por esa persona, soy feliz por mi"... señora déjeme decirle que si usted aprendió a ser feliz por usted sola debería postularse para un CEO de una transnacional o para presidenta de esta triste nación. La felicidad ahora la veo como el iceberg que golpeó al Titanic, por más grandes y poderosos que lleguemos a sentirnos, nada impedirá que nos hundamos, porque sólo somos de madera, no somos irrompibles, y la felicidad sólo existe en nuestra conciencia porque vivimos en un costante o ilusorio estado de infelicidad, y esa sensación nos empuja a buscar el otro lado de la calle, el que suponemos que es mejor, y al cruzar la calle, nos sentimos importantes, sentimos la movilidad aunque no sepamos si el lugar a llegar es peor, pero caminamos, eso es lo importante. Cuando era niño, supongo que me emocionaba tanto caminar cuando recién aprendí a hacerlo, no dejaba de correr e incluso me tropezaba con frecuencia porque era impresionante caminar y llegar a donde querías llegar; pero hoy prefiero fumar un cigarrillo recostado en mi cama viendo como nos matamos lentamente, esperando que llegues y toques la puerta para ir a bañarnos en esa pileta, en medio de la noche, en esta fría ciudad que sólo espera que todos sigan dormidos, porque en el letargo de sus hijos puede seguir segura de algo. ¿Sabes qué va a pasar mañana cuando me vaya? nada, en este lugar nunca pasa nada!

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