Bs.Aires, 22 de marzo de 2013:
17:00. Logré robar un par de minutos a mi trabajo para escaparme... ya que la oficina está en Recoleta, junto a este mágico lugar que en tantas ocasiones mencioné pero nunca imaginé conocerlo. Recuerdo que cantaba con insistencia aquel estribillo de la canción de Andrés Calamaro:
"La fragancia de tu rosa en mi pellejo
Que no puede borrar en cuatro días
Malditas despedidas, me están volviendo viejo
En el ropero, dejé la campera de cuero,
Ahora soy un torero retirado de los ruedos Mi dinero me lo gasto en elegancia Esperándote con ansia en Plaza Francia"
Un cigarro me hará compañía esta tarde. a lo lejos, la facultad de derecho, a mi lado el monumento a San Martín... un leve viento sureño balancea mis recuerdos mientras un susurro dentro del corazón lo dice todo: cómo quisiera que estés aquí.
Es tu recuerdo una fastidiosa enfermedad terminal que no se va. Se aleja, se cristaliza, se duerme... se despierta. Estás en las cosas más pequeñas, más improbables, menos trabajadas... me desintoxico, me abstengo, me encierro; caminas sobre el viento, me molestas, tú, me, nosotros... ese nosotros que ya no está y vive en las sobras de este apego refractario, anhelando resurgir.
Quito, 25 de marzo de 2013:
22:00. Un mensaje llama mi atención: "tenemos que hablar"... cuando le pregunto a Andrés si sucede algo, me extiende su preocupación al saber que viajamos al mismo lugar, al mismo evento, pero que vas con tu novio y sus amigos... trato de pasar desapercibido y le digo que no importa, pero Andrés no es un tipo fácil de engañar: "ojalá no te destruyas solo, recuerda que allá no estaremos para protegerte".
Nadie me ha protegido, es más sencillo andar vulnerable, con la herida intentando ser polenta, impóluta, imaculada... pero es una herida, las heridas abiertas expuestas al medioambiente tienden a ser invadidas por agentes bacterianos, causando infecciones... Me miro al espejo, me lavo el rostro y solo puedo decirme: hay que seguir trabajando para la incertidumbre.
Latacunga, 28 de marzo de 2013:
12:00 Ella tiene una de las sonrisas más dulces que he visto en mi vida. Su cabello, castaño claro, lacio, largo hasta los hombros, ojos verdes y mirada silente, sonrisa imponente, alta y esbelta; cualquiera pediría un minuto en el cielo junto a ella. "te estuve esperando anoche, ¿no se porque eres tan apático conmigo?" solamente sonrío y me alejo. No tengo el valor para explicarle que a veces ella toma funciones, como un juez. Las evalúa, las critica, las compara, las rechaza. Faltan demasiadas lunas para olvidarla, motivos, razones y demás. Ella está tan dentro de mi vida, alrededor de ella, es mi vida... mientras tanto seguiré caminando por los techos de las casas arrastrando esta vieja piel llena de cicatrices... todavía esperando que algún día lamas mis heridas... o muera en el intento
Huir, lo que mejor se hacer... mi cuerpo es una criptografía de momentos muertos y palabras que fallecieron en el alba de nuestra distancia, y el tiempo no puede sino mover sus manecillas al sonido de tus pasos, alejándote, arrastrando los pedazos de ese amor que se resiste a morir.
"Saco pecho y camino por el techo
Otra vez va a ser mejor comprarlo hecho al amor"